En Villa Carlos Paz, detrás de los peinados más glamorosos del verano, hay un profesional que brilla no solo por trabajar con las estrellas, sino por su corazón solidario.
Hugo Amadey, peluquero de figuras del espectáculo, es un ejemplo de esfuerzo, empatía y amor por lo que hace. Con más de dos décadas en el mundo de la peluquería, construyó una historia donde el talento se une con la humildad y la sensibilidad social.

“Trabajé con casi todos los artistas que vienen a hacer teatro o shows musicales. Cada temporada es un desafío y una alegría”, cuenta Hugo a Fran Vidal Espectáculos, con la sencillez que lo caracteriza.

¿Cómo comenzó tu camino en la peluquería?
Mi pasión por la peluquería comenzó en plena crisis del 2001. Yo venía estudiando, pero tuve que salir a trabajar sí o sí. Venía de una familia muy humilde y, con 18 años, decidí dedicarme de lleno a esto. Desde entonces, nunca más dependí de nadie: la peluquería me dio independencia, trabajo y una forma de vida.

¿Cómo fue tu llegada a Carlos Paz?
Llegué con una mano atrás y otra adelante. Había perdido todo en Formosa y me vine con una motito vieja. Puse un aviso en el diario que decía “Corto el pelo a domicilio” y empecé casa por casa.
Con el tiempo conocí a Mariela Osorio, una referente del ambiente artístico local, que me abrió muchas puertas. Gracias a ella conocí a gente de la revista Gente, a productores, fotógrafos y artistas como Nazarena Vélez y Betiana Blum. Fue un punto de partida enorme para mí.

¿Alguna anécdota divertida del trabajo con artistas?
El año pasado, durante los cambios rápidos en una obra con Paula Chaves, teníamos que ayudarla a vestirse en segundos. En un momento la vestimos al revés: de joven cuando tenía que salir de viejita (risas).
O con Fede Bal, que tenía que salir a escena con las zapatillas puestas al revés. Son cosas que el público no ve, pero que hacen divertido el detrás de escena.

¿Qué aprendiste de las personas con las que trabajaste en el medio artístico?
Aprendí que, por más famoso que seas, seguís siendo un ser humano como todos. Lo más lindo es que la mayoría de las figuras con las que trabajé fueron humildes, generosas, muy buenas personas. Eso me ayudó a reafirmar mis propios valores y a ser más humano todavía.
Siempre trato de no ser arrogante. A veces uno dice “yo no soy así”, pero la verdad es que desde afuera quizás se ve distinto, por eso me esfuerzo por mantener los pies en la tierra. Para mí, el respeto y la empatía son fundamentales.

¿Cómo es tu trato con la gente?
Con el tiempo aprendí que la clave está en eso: respetar a todos por igual. En mi salón, no importa si sos una figura conocida o un vecino del barrio; primero está la persona que llegó antes, y después la que sigue. Porque para mí todos somos personas. Y en eso está la verdadera belleza.

¿Qué es lo más interesante de tu trabajo?
Disfruto cada día de mi trabajo. Trato de ser mejor persona, de escuchar, de acompañar. Muchos dicen que los peluqueros somos psicólogos, y es verdad. Pero para mí, lo más importante es poder conectar con la gente desde el corazón.

¿Qué otras actividades realizás fuera del salón?
Además de la peluquería, también alquilo departamentos temporarios durante la temporada, y muchos famosos me los alquilan. Lo que más destaco es el trato cordial y respetuoso que se genera. No hay exigencias fuera de lugar, todo se da con confianza y buena onda.

Un corazón solidario que trasciende la estética
Más allá del glamour, Hugo tiene un compromiso firme con la solidaridad.
“Mi mamá es jubilada y sé lo difícil que es llegar a fin de mes. Por eso hacemos descuentos para jubilados y también para cualquier persona que esté pasando un momento complicado. Si alguien quiere verse bien pero no puede pagar, tratamos de conciliar. La peluquería también es contención”, cuenta.

Pero su labor más conmovedora está ligada al acompañamiento de mujeres pacientes oncológicas, trabajo que realiza junto a la Fundación Vanessa Durán desde hace más de ocho años.

“Es una tarea muy fuerte, porque no sabés con qué te vas a encontrar. Me pasó que una nena a la que habíamos ayudado falleció, y cuando hablé con el padre no supe qué decirle. También recuerdo a una chica que se peló frente al espejo para colocarse la peluca, y su novio, en ese mismo instante, decidió raparse junto a ella. Fue muy emocionante. Ahí te das cuenta de que nos quejamos por nada”, relata conmovido.

“Otra familia llegó de San Luis porque el hijo quería regalarle las extensiones a la madre después de haber finalizado una etapa difícil de su tratamiento. Ver a alguien mirarse al espejo y volver a sonreír no tiene precio. Yo no soy una fundación, soy solo un granito de arena. Pero poder aportar algo que devuelva alegría, eso me llena el alma”, agrega.

Trabajar con artistas también le dejó grandes lecciones de vida: “Aprendí que la fama no cambia lo esencial. La mayoría de los famosos con los que trabajé son humildes, buenas personas. Eso me enseñó a mantener los pies en la tierra”, sostiene el peluquero.

En cada corte, en cada historia, Hugo Amadey reafirma una convicción: la peluquería puede cambiar vidas, porque el verdadero cambio siempre empieza por dentro.

 
									 
						 
							 
							