El distinguido director de arte, ilustrador, escenógrafo, pintor, diseñador, dramaturgo y director de cine Eugenio Zanetti disfruta de la naturaleza en su hotel boutique ubicado en el Valle de Traslasierra, Córdoba.
El Hotel Estancia de la Cruz se encuentra precisamente en la localidad de San Javier. Para Eugenio la mejor estación para instalarse allí es el verano porque aprovecha para conectarse lugar, se inspira para pintar muchos de sus cuadros y también ultima detalles para su próxima película que contará con la estelar actuación de Geraldine Chaplin.
Zanetti es ganador de un Óscar, pero tiene una humildad tan grande que si no se lo preguntan no lo cuenta. En la década de 1980 se radicó en Hollywood y trabajó en films como “Flatliners”, “Last Action” “Hero” y “Restauración”, por el que recibió el Óscar a mejor diseño de producción/dirección de arte en 1995. En el 2000 estuvo nominado nuevamente por su labor en la película “Más allá de los sueños”.
El artista se levanta a media mañana, toma un café con leche y disfruta del paisaje cordobés desde los ventanales de su habitación mientras escucha a los pájaros cantar.
Este exclusivo hotel no es solo un lugar para hospedarse, ya que cada espacio denota que fue armado con el corazón y el buen gusto de Eugenio y su compañero de vida, el arquitecto Sebastián Sabas.
No es un museo, ni tampoco un espacio de antigüedades como puede llegar a confundirse. Hay objetos y mobiliarios muy valiosos, incluso algunos sectores cuentan con puertas marroquíes de unos siete metros de altura, traídas de Los Ángeles después de haber formado parte de la película “The Haunting”.
La experiencia de ingresar a Estancia de la Cruz es realmente sumergirse en un mundo de película. Es por eso que ante la curiosidad de la gente decidió abrir las puertas de su casa y ofrecer visitas guiadas para conocer un pedacito de Hollywood en Traslasierra.
¿Cuándo decidiste volver a la provincia de Córdoba para construir este hotel?
Soy nacido en Córdoba y siempre tuve cariño por mi tierra. Siempre fue un deseo, pero estábamos muy ocupados para generar un lugar físico. Tanto a mí como a Seba nos ayudó mucho haber vivido acá con familiares e imaginar cómo sería este lugar en un futuro. Existe un aspecto espontáneo en todo esto. No está planificado arquitectónicamente, pero está desarrollado muy orgánicamente.
¿Y cómo surgió eso? Transformar el hogar que soñaste en un hotel para recibir y compartir tus cosas con la gente.
Lo veo con un sentido un poco lúdico. A veces viene gente que no tiene idea de nada, incluso ya escuchaste a una pareja que llegó recién a preguntar por un “famoso escultor” (risas). En otras ocasiones tenemos visitas expertas en todo y otras con sensibilidad para el arte. Durante las visitas guiadas a veces salgo a hablar con la gente o me piden una foto grupal.
Las visitas grupales se realizan de acuerdo a la cantidad de reservas mediante el número que aparece en Instagram. Se llevan a cabo tres veces a la semana, a las 19:30 horas. Además, al finalizar los visitantes pueden disfrutar de una degustación gastronómica. Por otro lado, la gente también viene al bar que cuenta con una carta de platos y tragos de verano.
¿Cómo hiciste para trasladar todos los adornos, muebles, pinturas y escenografías que están en el hotel?
Yo viví en Los Ángeles, Estados Unidos durante treinta años y un día decidí levantar todo lo que tenía adentro de la casa y venir a mi Argentina. Cargamos todo en dos contenedores de 11 metros de largo, una parte la dejé en Buenos Aires y la otra en San Javier.
Por cierto, esto de los objetos puede parecer un poco interesante porque las cosas parecen cuando parece la gente y poco hace ahora. Cuando esa persona ya no está en este plano dejan de significar. Nada es particularmente valioso, ni siquiera el Óscar es valioso monetariamente, ya que, si se lo roban, no pueden venderlo y yo no puedo tenerlo.
Y aquí hay piezas de distintas partes del mundo donde viviste y trabajaste como Afganistán y Marruecos…
Hay muchas que son escenografías recreadas en el estilo. Todo lo que vos ves acá viene de una película u otra. En realidad, de las últimas cinco o seis películas que hice.
¿Y qué significa estar viviendo en un lugar que fue diseñado y construido como una película? La película de tu vida…
Tiene las cosas que yo tengo siempre. Un taller donde pinto y escribo. Es un lugar de trabajo y donde vivo. Además, tenemos un jardín maravilloso y estoy agradecido por eso, nada más.
¿Qué significaron tus padres en tu carrera?
Tuve mucha suerte en el reparto de cartas. Mis padres eran personas muy sensibles y muy modernas para la época. Eran muy alentadores y abridores de puertas, todo lo que uno necesita y yo abrí la puerta y fui a jugar. Mi primer viaje lo hice a los veinte años, me fui manejando con una casa rodante. Nos fuimos a Afganistán con un amigo y la mamá, que era la que tenía plata para hacer el viaje. Recorrimos muchos países por tierra, salimos de París, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Irán, Afganistán, y a la vuelta a Afganistán, y finalmente, pasamos por Nueva York.
¿Cómo viviste el momento en que recibiste el Oscar y estuvo tu mamá estuvo presente?
Las dos veces estuvo mi madre Rebeca con una diferencia de 10 años en los eventos. Ese día un productor amigo me dijo: “Vos te das cuenta que si 1.500 millones de personas miran esto, por lo menos 300 van a escuchar lo que vos digas y por lo menos 270 lo van a recordar toda su vida?” Y bueno, en ese instante me llamaron a recibir el Oscar. Yo le respondí: “¿Qué tengo en común yo con 350 millones de personas? Nada, salvo que somos humanos y tenemos un corazón, deseos y esperanzas”.
Al momento de recibir el premio dije algo como que había llegado con mi corazón y creo que todo el mundo lo dice. Lo más interesante lo dijo Emma Thompson, quien me entregó el Óscar: “Visualicen a un hombre que es un arquitecto de increíbles cualidades, un gran pintor, un creador de espacios y que además tiene la fuerza de voluntad de Nancy Reagan”. En ese momento Nancy era la esposa del presidente y se involucraba en todo lo referido al cine.
¿Cómo llegaste a Hollywood?
Ya tenía 40 años y había trabajado 20 años en cinegrafía y en escenografía, en todo lo visual. Cuando vas a una entrevista laboral en Hollywood se dan cuenta si has trabajado o no. Entonces no me fue tan difícil y una representante me dijo: “Mira, tienes que esperar dos años acá para tener una entrevista de trabajo”. Eso fue un jueves y un viernes me mandó un guion, el lunes ya estaba haciendo la película (risas).
El proyecto demoró cero y después de esa película se hizo una tras otra. Pero yo no lo atribuyo no a un tema de talento, sino que yo tenía más experiencia que la mayoría de la gente que se presentó.
¿Qué experiencias te dejaron todas las personas con la que trabajaste?
Lo que dejan las cosas son experiencias. Y cuanto más larga es la finalización de cosas, más experiencia tenés. Yo creo en la experiencia, en el sentido de que uno no puede imponer sus opiniones. Tiene que sugerirlas y si las opiniones tienen fuerza suficiente para volar, vuelan. Cuando empiezo a hablar sobre algo si no está en mi experiencia, no hablo. Muchas veces trabajando con gente joven como productores y actores tengo que recalcarles que estoy hablando desde mi experiencia. Eso fue lo que yo viví o vi en ese momento.
¿Con cuál actor o actriz recordás buenos momentos de trabajo?
¿Con quién me he sentido bien? Con mucha gente. Para tirar nombres famosos, Julia Roberts, trabajé con ella en su segunda película que fue “Flatliners”, la línea inmortal, de la cual se ha hecho una remake espantosa. Pero la original era una película muy interesante. En ese entonces, Julia había hecho una sola película, Mystic Pizza, y nadie la conocía.
¿Te considerás una persona exitosa?
No, para nada. Todo es al revés de cómo la gente lo piensa. Primero, el éxito es una palabra que yo personalmente no uso porque no me suena. Yo he hecho un camino, y lo estoy haciendo, eso espero, en el cual trato de encontrar una manera de expresar ciertas imágenes que no sabemos de dónde vienen y a dónde van, pero que están, se hacen presentes. No es una cuestión básica, por ejemplo, el patio de mi casa en Arguello, provincia de Córdoba. Ver caer las gotitas de la lluvia en un patio gris y barroso me produjo una sensación hermosa hace sesenta años. A mí me produce una cosa que no le produce a nadie, entonces esa cosa que me produce a mí, yo trato de recrearla de alguna manera. Pero, lamentablemente y también por suerte, las dos cosas, las experiencias interiores no se pueden transmitir. Se pueden compartir si dos personas o más, tienen la misma experiencia.
¿Tuviste alguna etapa de frustración en Hollywood?
¿Si la he pasado mal? La he pasado de todos los colores. Solamente lo que siente uno en su interior lo puede compartir, pero no comparar. Si no se le puede explicar tampoco a la gente una experiencia interior es porque no le significa nada.
¿Cómo sería eso en el cine?
Esa es una problemática que tenés cuando hacés cine, por decirte si tenés que recrear una cuestión interior, un patio de tu infancia, sin reproducirlo. Porque no es el patio, el patio no es nada, el patio es un barro. Lo que me produjo a mí es lo que trato de reproducir.
¿Tenés alguna estación del año preferida para trabajar?
No precisamente, pero a mí me encanta el verano. Es muy lindo aquí. Seguramente la construcción con techos altos tiene que ver con que esté fresco en esta estación. Es una ventaja de vivir en un lugar que además es un hotel, ya que está todo armado para que no tengas que hacer nada salvo lo que quieras hacer.
Si bien estás instalado acá disfrutando de la paz del lugar, sos una persona muy activa ¿En qué otros proyectos estás trabajando?
Estamos preparando dos óperas para estrenar hacia fin de año. Parece muy fácil de decir, pero son extremadamente complejas porque yo hago la escenografía, la historia de las luces, las proyecciones y la puesta en escena, que es la dirección de actores y cantantes. Y antes de eso, en el Teatro San Martín de Buenos Aires, vamos a hacer una obra de Ibsen. Trata de la primera juventud de Herik Ibsen, se llama Manada de Lobos y nunca se hizo en Argentina.
¿Con qué película relacionas este momento de tu vida?
Con “Hora Mágica”, mi próxima película que es una comedia y trata de un pintor que se muere en el primer acto y va hacia el otro lado y allí es Orfeo, pero al revés. Orfeo muere, y Brice, su amante, es llevada a la muerte. Todo el problema de Orfeo es traerla a Brice al mundo de los vivos. Su amante está vivo, pero Orfeo que está muerto y quiere traerlo con él a la muerte. Entonces del lado de los muertos él no sabe quiénes son porque sufre el síndrome de muerte reciente y no se acuerda quién es ni quiénes son ellos. Y Madame La Mort, que es la muerte, lo va a interpretar Geraldine Chaplin, les dice a los parientes, que tienen una semana para que él se aclare quién es y quiénes son ellos. No le pueden decir, no podrán aclararlo hacia eso y que él lo entienda.
¿Y vos qué pensás de la muerte?, ¿Creés que hay otro lugar después de la muerte?
Te voy a decir tres cosas. La primera en mi experiencia, la segunda no sé y la tercera preguntarle a alguien que sepa (risas). En mi caso hay un maestro que murió y en quien yo confiaba totalmente en lo que decía. Era alguien que conocíamos todos y hace cuarenta años dijo que el problema con el suicidio es que la gente se va a encontrar del otro lado con el mismo problema. Es algo que no se soluciona. Con lo cual yo dije: “Ah existe otro lado”. Sí creo que hay otro lado, lo otro es un tema mecánico que no se soluciona con el suicidio, con la muerte. ¿Qué pienso? No pienso nada, por eso, he escrito un guion de una comedia dramática donde lo más importante antes y después de morirse es el amor. Nadie lo sabe, pero el maestro sufí supongo que lo sabe. Yo sí creo que hay otra vida más.
Foto 1: La Voz
Fotos: Fran Vidal